martes, 30 de marzo de 2010

Que cada parpadeo sea un despertar

Me gustaría que cada parpadeo fuera un despertar, con vos del otro lado de la cama. Que tus manos inundaran mis mañanas, todas, que las pintaran de sol y de medialunas. Me encantaría que cada segundo fuera beso, caricia o secreto. Tuyos. Que cada instante se escurriera entre tus piernas y mi camisón. Que cada palabra naufragara en tu ombligo o se clavara en mi cintura. Me gustaría que te llenaras las manos de plastilina y me empaparas el cuerpo de cosquillas. Que vomitaras miel en mi cuello; cuentos blandos y calientes. Me encantaría estirar tus pies y envolverlos en mí, para que los martes fueran mi bufanda y los jueves mi pantalón. Llevarlos conmigo a todas partes; escondidos en la cartera, en la boca o en el bolsillo. Para no extrañarte tanto.

martes, 23 de marzo de 2010

Milonga del abandono

Medianoche. Un vestido azul la envuelve, dejando al descubierto cada vértebra de una espalda que parece eterna, interminable. Ella es puro colorete, rouge y pestañas.

Entre borrachos y desdentados se abre paso, bamboleando las caderas al ritmo de una música que suena ajena, como de otro tiempo. Un sinfín de ojos tristes le manosean las piernas, la cintura, las tetas. Y ella sonríe, mientras labios invisibles la besan en la lengua, en la espalda, en el sexo.

Un puñado de gente baila los últimos acordes de un tango lloricón, transpirando cansancio y perfume barato. Ella se detiene en medio de la pista, como esperando lo inevitable. Y desde la barra, él la contempla. Con la mirada recorre su figura entera, deteniéndose en cada pliegue, en cada poro. A los tropezones avanza entre mesas atiborradas de alcohol y de zapatos; cruza un océano inmenso, repleto de pies y de voces. Con las manos envuelve la cintura de ella, que sonríe y apenas se detiene a mirarlo.

La banda sigue tocando. La música penetra en cada rincón de la sala y ellos se dejan llevar, se pierden en un nudo de espaldas, mejillas y pisotones. La noche avanza, y a cada minuto las manos se vuelven más juguetonas, más pícaras, más impacientes. Una a una las parejas abandonan la pista, pero ellos ni se enteran, atontados como están por las piernas del otro.

Ahora son nada más que ella y él. Se miran fijo, acercándose hasta sentir que los separa un suspiro. En lo que dura un instante él desliza los labios por el cuello de ella, y con los dientes desgarra las ataduras del vestido azul. Y mientras ella tiembla, de placer o de miedo, él da media vuelta y se va, abandonándola tan frágil, tan mujer y tan desnuda.

domingo, 21 de marzo de 2010

Noche

No hay caso. La noche patina divertida en la autopista interminable, con las manos dibuja formas y pinta colores, pero la pobre ciudad no pega un ojo.

Imposible. Cómo dormir mientras los pies del caminante azul le llenan la panza de cosquillas; mientras los autos, pececitos coloridos, la recorren a los gritos; mientras el viento le araña la espalda y le enmaraña los rulos tan negros y repletos de bichos maravillosos y resignadamente enredados.

Las callecitas, muertas de risa, juegan a las escondidas, crúzanse fugazmente en una esquina y casi sin mirarse vuelven a escapar divertidas, hasta llegar a un portón o una ventana, donde los enamorados se despiden y se funden en un beso húmedo y secreto. Nadie los ve más que el semáforo o la luna, que, coqueta, se empolva las mejillas, se pinta los labios de un rojo intenso y espera con paciencia que la ciudad por fin se duerma, para salir a divertirse.

viernes, 19 de marzo de 2010

Y finalmente

Que sí, que no; que no, que sí.
Dale. No sé. Por qué. Me da vergüenza.
Pero te encanta. Y sí.
Qué se yo. Yo de estas cosas no entiendo ni jota, viste.


Mil vueltas, y vaivenes, y piruetas pero aquí estamos. ¡Por fin! =)