viernes, 23 de abril de 2010
Manos
viernes, 9 de abril de 2010
Palabrerío
Ayer durante el desayuno ocurrió algo insólito. Mientras con una mano sostenía el café con leche y con la otra untaba queso blanco en la tostada, una manchita indiscreta me manchó una palabra. Se los juro. Saltó del tarro de mermelada al papel, sin escalas, y antes de que pudiera detenerla se comió tres cuartos de mi verso.
Imperdonable. Señoras manchas, pueden ustedes mancharme la pared, la nariz y el sueño. Pueden aparecer en la tostadora, en la chocolatada o en el jardín. Pueden incluso colarse entre las persianas o inundarme la bañera. Pero con mis palabras no se jode.
Mis palabras son mi piel y mi puente con el sol. Ustedes lo saben de sobra. De palabras es mi cuerpo. Cada lunar, cada uña, cada gota es palabra. Y si estornudo, vomito o beso, llueven palabras por toda la casa. Con las manos tejo y destejo palabras: palabras escuálidas, palabras violetas, palabras altísimas. Todas tan maravillosas.
Es por este motivo, señoras manchas, que con respeto y congoja me dirijo a ustedes para informarles que a partir de hoy ya no serán bien recibidas aquí en mi casa. Por lo menos hasta que haya lustrado cada una de mis palabras. Las llenaré de Cif y de caricias, de viento y de alhelí. Las pondré a descansar en el sillón o en la ventana; en algún lugar desde donde puedan mirar el cielo. Y sonreír.
Y nunca, nunca más se atreverán ustedes a faltarles el respeto.