jueves, 12 de agosto de 2010

Icaria

Apretaste la tijera entre los dedos y cortaste un pedacito de cielo, el más azul que encontraste. Todavía olía a lluvia. Tomaste el tallo de una flor, le enroscaste la punta y lo convertiste en aguja. Y entonces sonreíste, tu sonrisa perfecta y tan llena de pétalos acariciando tu comisura tibia, y enhebraste la nube naranja que guardabas en el cajón del medio.

Querías tejer una bufanda: sentir el abrazo del Sol alrededor del cuello.